Es curioso ver como en la era de la conectividad las personas se sienten más solas que nunca. Numerosos estudios sobre percepción de salud, incluida la salud mental y emocional, recalcan un sentimiento de soledad creciente. A ello se le suman los trastornos de ansiedad. O, en su forma de manifestación menor, los episodios de ansiedad, los cuales son cada vez más frecuentes. Sufridos, además, por una mayoría transversal de la población, nos visibilizan ciertos problemas sociales.

Dejemos de lado por un momento la COVID-19 y sus consecuencias relacionales e individuales. ¿Cómo han sido hasta ahora nuestras relaciones sociales? Más concretamente, en este artículo, queremos centrarnos en nuestras conversaciones…

 ¿Cómo nos comunicamos en la era digital?

Aunque la tecnología ha avanzado y mucho, las relaciones cara a cara siguen siendo las favoritas para muchas personas. Los dispositivos tecnológicos no han sustituido los encuentros físicos, como muchas narrativas de ciencia ficción auguraban. Aunque sí han propiciado alternativas a la comunicación tradicional, ofreciendo canales complementarios o rápidas soluciones a largas distancias.

Programas y aplicaciones de correo electrónico, de mensajería instantánea, videollamadas. Plataformas de foros asincrónicos, para realizar videollamadas sin necesidad de instalación… Tenemos un sinfín de herramientas para poder comunicarnos con nuestros allegados e, incluso, con desconocidos.

Quizá sea verdad aquello de que contra más fácil resulta la posibilidad de tener o experimentar algo, menos nos esforzamos en preservarlo y cuidarlo.

Ver como aumenta el sentimiento de soledad nos hace plantearnos cómo son nuestras conversaciones. Y es que, a menudo, las conversaciones que tenemos en la actualidad a través de los canales de comunicación más usados (WhatsApp y mensajería instantánea por redes sociales) son:

1) Intrusivas

Si preguntamos a muchos Millennials e incluso a la generación Z, prefieren las conversaciones a través de WhatsApp (o mensajería instantánea que ofrecen las redes sociales como Instagram) a  una llamada telefónica. Esto es porqué entienden que una llamada telefónica es intrusiva. Pongámonos en situación: le suena el teléfono a la otra persona, interrumpiendo aquello que esté viviendo. Una llamada que le produce ansiedad por verse obligado/a a cogerla, a contestar, sin tener ganas de hacerlo. Y, lo que es peor, sin saber qué intención hay detrás y tener que hablar de inmediato, sin tiempo a pensar una respuesta ni rectificar.

Sin embargo, dejando a un lado la inmediatez de diálogo que requiere una llamada telefónica, enviar un mensaje también interrumpe situaciones que se están viviendo. Te suena una notificación y paras a mirar quién es, qué te dice. Y, según lo que sea, puede que estés todo el día dándole vueltas a qué responder o si hacer bomba de humo.

Por lo tanto, de un modo u otro, la voluntad y acción de otra persona de comunicarse contigo se “entromete” en tu día a día. Los mensajes de texto quitan la obligatoriedad de responder ipso facto. Pero no dejan de ser un elemento que se introduce de repente en tu vida cuando tu no lo esperabas. 

Ejemplifiquémoslo. ¿Cuántas veces habéis estado en una conversación con alguien en un bar y la otra persona ha parado para mirar la notificación que acababa de recibir? ¿Cuántas habéis dejado de mirar la película, serie o programa que sea que estuvierais viendo para consultar quién os acaba de mandar un mensaje? ¿Cuántas veces dejáis de hacer lo que estáis haciendo para mirar quién y qué os ha escrito? Éso, no es más que otro modo de intromisión.

2) Asincrónicas

Aunque la asincronía posibilita muchas interacciones que de otro modo no se darían, tener conversaciones que se van alargando en el tiempo, en las que hacemos nuestra aportación en distintos momentos, puede resultar agotador y confuso, dada la posibilidad de sentirnos de distinto modo en la misma conversación, así como de no estar nunca al 100% pendientes de la conversación que estamos teniendo con la otra persona, dándoles toda la atención que se merecen.

3) Interrumpidas

Siguiendo la tendencia de la asincronía, a menudo las conversaciones que se tienen por Whatsapp o por mensajería de otras redes sociales suelen verse interrumpidas. Por ir al baño, porque alguien con el/la que estamos físicamente nos dice algo, por tener que tickar el billete de metro, por tener que pagar en la caja del súper o porqué justo has llegado al trabajo / gimnasio / cita, etc. Cuando eso ocurre, la conversación queda suspendida en el aire, en mitad de una explicación, de una pregunta, de una broma cómplice o de abrir nuestros sentimientos. Al cabo de unas horas, se retoma, quizá algunas veces con la excusa de “ei, perdona, es que estaba/tenía/etc.”, para luego, al cabo de un rato, volver a interrumpirla.

4) Incabadas

Tras tantas interrupciones y asincronías, y encontrándonos en dos mundos a la vez (el físico, donde actuamos; y le virtual, donde mantenemos una conversación inconexa) de los que sin darnos cuenta otorgamos una jerarquía clara a favor del físico; a menudo las conversaciones quedan inacabadas. Ya sea por interrupciones varias y una nueva noticia llega sin haber zanjado lo anterior. Ya sea porque de tanta asincronía nos ha cambiado el humor y ya no nos interesa el tema. El caso es que sobran los “ei, estás ahí?” y faltan los “me voy ya, adiós / ¡hasta luego!

Todo ello da lugar a un sinfín de conversaciones de mala calidad: que no han tenido la atención que se merecían, y sin terminar.

aumenta la soledad como son nuestras conversaciones

A personas al otro lado de la pantalla del móvil que se sienten plantadas y que para llenar ese vacío abren rápidamente otra conversación preguntando qué tal o explicando cualquier tontería banal para no sentirse solas. Incluso, algunas personas, asumen la culpa de ese vacío creyendo que dependen en exceso de esas tecnologías y reprochándose que quieran inmediatez en la respuesta. Cuando en realidad, lo que quieren (lo que queremos todos y todas) son conversaciones que valgan la pena, que nos llenen. Conversaciones que nos hagan pensar luego y no que nos pasen por delante una tras otra como episodios de Netflix puestos sin cesar una tarde aburrida. Queremos conversaciones que vayamos a recordar y que nos invadan de satisfacción. Conversaciones de calidad.

¿Dónde se origina todo ello?

Todo esto viene dado por la confusión de canales y espacios que las TIC desencadenan. Las tecnologías digitales que hoy en día usamos permiten que, sin importar dónde estemos, podamos contactar con otras personas (cosa, a priori, positiva). Pero esto ha llevado a que las personas quieran estar en más de un sitio a la misma vez, lo que se traduce en fatiga, ansiedad y mala calidad de las experiencias vividas.

Del mismo modo, WhatsApp posibilita una dualidad de conversaciones. Por un lado, parecido a los mensajes de texto, donde mandábamos un mensaje y ya nos responderían, como una carta, sin necesidad de inmediatez. Por otro, nos posibilita un chat, un espacio donde tener una conversación directa y continuada por medio de la escritura. Esta dualidad genera confusión. ¿Cuántas veces hemos mandado un mensaje pensando que ya lo leerían y responderían, sin querer iniciar una conversación, y la otra persona ha respondido directamente, a frases sueltas, para tener una conversación continuada? ¿Cuántas veces hemos querido hablar de algo importante, tratando de ligar las frases y las intervenciones de ambas personas, pero la otra no ha contestado hasta al cabo de horas, cortándonos la conversación? Esta confusión y falta de claridad en el tipo de conversación que llevamos a cabo genera también malestar y, a menudo, vacío. De este modo, aumenta el sentimiento de soledad debido a la mala calidad de nuestras conversaciones.

¿Cómo podemos arreglarlo?

Así pues, te recomendamos que vuelvas a conectar de verdad contigo mismo/a y con los tuyos, manteniendo conversaciones de calidad, del siguiente modo:

  • Aprende a detectar cuándo y por qué inicias una conversación por canales digitales: si lo haces cuando estás aburrido/a, o porque realmente quieres decir algo, si lo haces de inmediato tras dejar de estar con alguien o después de que te hayan dejado plantado/a en una conversación, etc. Si es por aburrimiento o por llenar ese vacío de sensación inacabada, te recomiendo que antes de abrir otro chat te plantees si podrás estar realmente por esa nueva conversación que empezarás o si es mejor dejarlo para otro momento.
  • Plantéate si sólo quieres mandar un mensaje o si quieres mantener un diálogo: esto te ayudará a saber desconectar enseguida y no sentir que debes estar pendiente de la respuesta, así como a elaborar un mensaje que de a entender que no estás ahí y que ya te responderán cuando les vaya bien. Por otro lado, también te ayudará a transmitir a la otra persona tu necesidad de diálogo si es eso lo que quieres.
  • Relacionado con el punto anterior… ¡Di lo que quieres, lo que necesitas! No tengas miedo en decir de primeras que necesitas que estén por ti para explicar X cosa, que quieres una conversación continuada; o bien en dejar claro que no podrás estar atento y que ya lo leerás más tarde. Pero, ¡comunícate! Haz saber a la otra persona de manera clara y directa tu disponibilidad y tus necesidades.
  • Acostúmbrate a empezar y terminar las conversaciones digitales como lo harías delante de alguien: empieza saludando, termina despidiéndote. ¿Verdad que no veríamos correcto estar hablando con alguien en una mesa de un café y que en medio de la frase la otra persona se levantase y se fuese sin decir absolutamente nada? Muy a menudo, ésto es lo que hacemos en WhatsApp.
  • Recuerda que al otro lado de la pantalla hay una persona: sin darnos cuenta, relegamos las conversaciones digitales a un segundo plano, dándole menos importancia, cuando continuamente las interrumpimos por lo que hacemos en el mundo físico. Y, seamos sinceros, no se nos quema continuamente la casa, ni se nos cae la abuela a cada minuto, ni nos falta tanto tiempo como para poder, simplemente, despedirnos. Por ello, si realmente no podemos estar por nuestro interlocutor (sea porque estamos ocupados o porque tenemos un día despistado y, nos conocemos, vamos a dejar el móvil tirado en cualquier parte dejando la conversación a medias), debemos comunicárselo. Un simple «ahora no puedo estar por ti, lo siento, llámame/escríbeme/nos vemos en un rato», hará sentir a la otra persona valorada y atendida y, sobretodo, podrá cerrar esa sensación de vacío y de quedarse a medias.

En conclusión…

Debemos darnos cuenta que al otro lado hay una persona, alguien que importa. Debemos darnos cuenta del valor que tiene lo que nos está diciendo, tanto si tiene un gran problema y nos pide ayuda, como si desea compartir con nosotros su felicidad. Del mismo modo, debemos valorarnos y comunicar nuestra necesidad y/o voluntad a los nuestros si no nos entienden, sin confundirlo con dependencia a las tecnologías digitales.

Cuidado. La dependencia en las tecnologías digitales existe. Del mismo modo que existe cierto trastorno de conducta en aquellas personas que sienten altos niveles de ansiedad si no les responden en seguida. En este artículo hablamos de comunicar de manera directa a nuestros interlocutores la necesidad de tener una conversación de calidad. Del mismo modo que debemos comunicar también nuestra no disponibilidad para atender a la otra persona. Nunca con el objetivo de crear dependencia y que la inmediatez impere. Sino con la voluntad de generar entendimiento y relaciones de calidad.

A menudo dejamos latente la intención del mensaje, sobreentendemos que si nos mandan giffs graciosos no requieren nuestra atención y podemos pasar; que si nos preguntan si estamos ahí, necesitan algo con urgencia. Sin embargo, pasados unos minutos de diálogo, olvidamos mantener y cuidar la conversación y, en definitiva, la relación con la otra persona.

Cada vez más, en la actualidad, hablamos de gestión emocional y de autocuidado. Debemos llevar a la práctica estos conceptos también en las relaciones con las otras personas y, más concretamente, en nuestros actos comunicativos. Sean conversaciones físicas o virtuales, todas ellas son reales. Démosle el espacio, el tiempo y el valor que se merecen. Sólo así construiremos conversaciones de calidad que satisfagan nuestras necesidades de comprensión y socialización. Dejando atrás la soledad de la incesante (mala)conectividad.


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