Está claro, el coronavirus nos ha cogido a todos y a todas por sorpresa. Nos ha forzado a cambiar de hábitos, usar tecnologías digitales nuevas y, en general, vivir de forma diferente distintos ámbitos de nuestra vida.

Las tecnologías digitales, ya presentes en nuestra sociedad mucho antes de la llegada de la Covid-19, han cogido aún más protagonismo. Y es que son herramientas y canales a través de los cuales podemos comunicarnos, seguir trabajando, estudiando o, incluso acceder a ocio. Todo ello independientemente de la distancia física real de las personas involucradas. Sin embargo, su uso durante largas horas estos meses también ha acarreado a la población problemas de salud relacionados con la visión, el sedentarismo, problemas psicológicos y/o emocionales, etc.

¿Por qué ocurre esta doble vertiente de lo que las TIC nos aportan?

Para mí está claro: falta educación en el uso y la convivencia con las tecnologías digitales de la información y la comunicación. Son muchas las personas, de distintas edades, niveles educativos, ocupaciones e incluso intereses, las que usan a diario estas tecnologías. Quien más quien menos sabe crearse un perfil en la red social de turno, hablar a través de mensajería digital y compartir fotografías por algún canal. Sin embargo, son pocas las personas que sacan todo el partido útil de estas tecnologías. Son problemas frecuentes la escasez de consciencia del alcance que tiene la información que compartimos. También flaquea el saber cómo filtrar la información que recibimos, ya no a nivel tecnológico sino también psicológico. Incluso escasea el saber cómo relacionarnos correctamente con otras personas o cómo hacer que nuestro día a día no se vea pautado por las influencias del mundo virtual.

En definitiva: con las tecnologías digitales de la información y la comunicación estamos teniendo una vida virtual (totalmente lícita, real y útil) cuando, en muchos casos, aún no somos capaces de gestionar los distintos ámbitos de nuestra vida no-virtual. Y algunos o algunas podréis pensar: «Bueno, ¿y qué más da no saberlo gestionar en un sitio u otro?» Pues bien, la respuesta está en una de las grandes características de las tecnologías digitales: la hipertextualidad e hiperconectividad.

Las tecnologías digitales de la información y la comunicación (TIC) nos posibilitan adentrarnos a un mundo repleto de información de distinta índole. Podemos conectar con otras personas, conocidas o no, sin importar distancia física. Es decir, nos permite relacionarnos con los demás y con la información de manera sincrónica y asincrónica. Además, podemos dedicar nuestro tiempo a distintas tareas y/o actividades a la vez, incluso aunque cada una de estas se puedan situar en «lugares» distintos. Todo este gran abanico de posibilidades pueden ser muy prácticas y beneficiosas, siempre y cuando sepamos gestionarlas, controlar nuestro tiempo en cada una de ellas y nuestro modo de interaccionar.

En el mundo no-virtual, nuestras actividades suelen ser secuenciales, es decir, aunque podamos realizar multitareas, tienen / tenemos un límite. Además, las actividades y relaciones no-vituales requieren de nuestra presencia activa. Esto hace que a menudo tratemos con otras personas sin barreras de por medio, pudiendo captar su mensaje mediante expresión verbal y gestual; lo cual, limita los estímulos a los que nos «enfrentamos», a los que debemos responder o pensar, permitiéndonos interactuar con ellos. Mientras que la sobreestimulación del mundo digital nos obliga a atender muchas demandas a la vez si no hemos aprendido a gestionarlas y focalizarnos.

Pero vayamos al grano…
¿Qué han permitido las TIC en el contexto covid-19?
  • Buscar, acceder y difundir información.
  • Divulgar y acceder a conocimiento, cultura, ocio, etc.
  • Seguir con la actividad laboral fuera de las oficinas (aquellas que necesitan únicamente un ordenador y acceso a programas informáticos e Internet).*
  • Seguir con la actividad formativa y acceder a la educación de distintos niveles.*
  • Estar en contacto con nuestros seres queridos.
  • Acceder a contenidos sobre salud (hábitos, alimentación, ejercicio, asistencia sanitaria, etc.).

*No todas las instituciones han estado previamente preparadas o han podido prepararse tecnológicamente durante el confinamiento para poder seguir con su actividad (sea laboral o formativa). Sin embargo, esto no es a causa de las TIC (éstas ofrecen y posibilitan estas actividades a distancia), sino que viene dado por la falta de digitalización e innovación organizacional de algunas instituciones.

¿Qué «hándicaps» han tenido las TIC en el contexto Covid-19?
  • No todo el mundo tiene acceso a dichas tecnologías (dispositivos digitales, acceso a internet, o conocimiento técnico básico para usarlas).
  • Su uso sin una consciencia activa pueden hacer perder la noción del tiempo (estar en exceso en redes sociales, alargar jornadas laborales, etc.).
  • La gran cantidad de contenidos e información pueden producirnos sobreestimulación si no sabemos filtrar y gestionar nuestro acceso.
  • La exigencia de algunas personas para que estemos constantemente conectados.
  • Exceso de contenidos no proporcionales a su calidad (la democratización de las TIC ha permitido que muchas personas creen contenidos, lo cual posibilita que cualquiera elabore y difunda dichos contenidos de dudosa calidad y/o veracidad).
  • Un uso excesivo o un mal uso (valga la redundancia) puede terminar por crear el efecto contrario que creíamos: puede desconectarte de tu entorno e incluso de ti mism@.
  • Se necesita saber usarlas, no sólo a nivel técnico, sino también en cuanto a su vertiente humana o social. Aprender a usarlas de manera saludable.
Infografía de elaboración propia. (www.yolandacolas.com)
¿Por qué las tecnologías digitales llaman tanto la atención?

Las tecnologías digitales de la información y la comunicación, es decir, los dispositivos digitales, las redes sociales, las plataformas y herramientas virtuales que nos permiten acceder y crear información y contactar con otras personas, suelen presentarse de un modo llamativo, en continua interacción aportando una sensación de dinamismo, de actividad constante y de permanecer en contacto. Dicho así no son para nada sensaciones malas. Depende de cada un@ de nosotr@s el uso y la frecuencia que le damos y frenar nuestro abuso.

Cierto es que suele prevalecer el interés por los contenidos que requieren menos esfuerzo, donde somos tan sólo observadores pasivos. Sin embargo, ésto no quiere decir que no existan en el mundo digital otras actividades. Y es que a través de las TIC también podemos acceder a contenidos que requieran de nuestra atención y de nuestra involucración activa. Posibilitando así nuestro desarrollo personal e intelectual interaccionando con contenidos de calidad.

Está en nuestras manos el uso que le damos a las tecnologías digitales y los contenidos a los que accedemos. Está en nuestras manos el abandonarnos al desdén de contenidos inmediatos, de baja calidad, frenéticos y sobreestimulantes (que pueden terminar acarreando problemas de salud como ansiedad o dependencia); o trabajar nuestra curiosidad, nuestra mente e intelecto por contenidos de calidad que exijan de nuestra actividad.

Las Tecnologías digitales de la Información y la Comunicación son «sólo» una herramienta.

Hemos de ser conscientes que podemos y debemos decidir qué uso le queremos dar. Debemos aprender a interaccionar y convivir con ellas de manera saludable. Debemos trabajar y esforzarnos por frenar la inmediatez que desdibuja la calidad de los contenidos y nuestras relaciones. Y sobre todo, debemos educar en escuelas, centros y empresas en el uso de las tecnologías digitales desde sus utilidades, fomentando el pensamiento crítico y promoviendo la salud.


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