En la actualidad nos encontramos en una época en la que conviven generaciones muy distintas en lo que a su relación con las tecnologías digitales se refiere. A grandes rasgos, por un lado están presentes aquellas generaciones analógicas que han crecido y llegado a la edad adulta alejadas de las tecnologías digitales que imperan nuestra sociedad actual, contemplando personas de la llamada generación silenciosa (nacidas entre 1929 y 1940), las pertenecientes a la conocida generación del BabyBoom (nacidas entre 1946 y 1964) y la generación X (nacidas posteriores al ‘64 hasta 1970). Por otro lado, tenemos la famosa y habitualmente nombrada hasta en la sopa generación Y o millennial, quienes han presenciado desde bien pequeños el paso de la tecnología analógica a la digital, aglutinando personas nacidas entre 1980 hasta los 2000. Sí, exacto, no hace falta que hagáis más cálculos. Los que ahora son adolescentes y habitualmente en los medios llaman millenials, no lo son. Estos jovenzuelos y jovenzuelas componen la generación Z, nacidas a partir del nuevo milenio, siendo la generación más habituada a usar las tecnologías digitales desde bien pequeños con total agilidad y autonomía, también es la que se ha acostumbrado a crecer en contacto con comunidades virtuales y redes sociales. Con este batiburrillo de generaciones aglutinadas en tan solo 90 años (una cantidad muy pequeña para la historia), algunos autores han decidido acuñar los términos nativos digitales, para los que el lenguaje digital es prácticamente “nativo”, e inmigrantes digitales, para aquellos que no nacieron en la era digital y han tenido que habituarse y aprender.

Pero esperad, que si habéis sobrevivido a tanta generación junta, ¡aún hay más! A esta mezcolanza de generaciones distintas en relación con las tecnologías digitales, se le añaden una serie de situaciones nuevas que nacen de la digitalización y afectan a nuestros ámbitos culturales, sociales, laborales y personales. La hiperconectividad, la rapidez, la difuminación de límites espaciales y temporales… son rasgos de la sociedad informacional que nos han facilitado la vida en muchos aspectos. Del mismo modo, tenemos más información que nunca a nuestra disposición, lo que nos posibilita ser más capaces y seguros en nuestros procesos de toma de decisiones, así como incrementar nuestra percepción de estar al corriente de todo. Sin embargo, este contexto socio-tecnológico también trae consigo algunos contras que dificultan nuestro día a día, puesto que no hay que olvidar el hecho de que la tecnología digital avanza mucho más rápido que nuestra capacidad de aprendizaje y asimilación a nivel social y personal.

En los últimos años hemos presenciado una creciente dependencia en las tecnologías digitales por gran parte de la sociedad, no solo de los más jóvenes aunque estos estén fuertemente expuestos. Las adiciones a las tecnologías digitales han aumentado en la última década, llegando a un punto en que el pasado año las adicciones a Internet se añadieron en el plan de Estrategia Nacional de Adicciones. Pero dejando a un lado esta enfermedad, que seguro más de uno o una estaréis diciendo para vuestros adentros que no es vuestro caso… Existen otra clase de problemáticas o situaciones conflictivas para nuestra salud tanto individual como colectiva, causadas por nuestra falta de conocimiento a la hora de usar dichas tecnologías.

Vamos a probar algo. Contestad a las siguientes preguntas:

  • ¿Cuántos de vosotros y vosotras os habéis pasado horas y horas deslizando el dedo arriba y abajo por una pantalla, mirando y mirando y al final daros cuenta de que se os ha ido al traste como poco una hora de vuestra vida? ¿Cuánta información recordáis de la tantísima que os ha llegado?
  • ¿Cuántas veces os habéis dejado caer abatidos y abatidas en el sofá, zapeando o de nuevo con el móvil, a pesar de tener en mente hacer alguna cosa o simplemente descansar, pero no conseguís apartar la mirada de una pantalla?
  • ¿No os ha pasado nunca eso de estar en compañía junto con otras personas y que éstas, o tu misma, estén mirando el móvil manteniendo una conversación con gente que no está ahí o centrando su atención en temas ajenos al lugar y entorno en el que os encontráis?
  • ¿Os sentís ansiosos? ¿Alguna que otra vez sentís que “No os da la vida”? ¿O sobrecargados de estímulos digitales y audiovisuales (sobreinformación), como si de un gran ruido y alboroto se tratase?
  • ¿Y qué, te has puesto nervioso o nerviosa cuando alguien tardaba más de lo deseado en responderte ese WhatsApp? ¿O te has tirado de los pelos cuando te han exigido una respuesta o te insisten e insisten haciendo sonar tu teléfono sin parar cuando, para ti, no era el momento?

Podría seguir preguntando, pero probablemente más de una de estas situaciones os habrá sido conocida… Amigos y amigas: no estamos conviviendo bien con la digitalización.

No tenemos que perder de vista que las tecnologías digitales son eso, una herramienta. No es una finalidad, no es un objetivo al que llegar, no se trata de usar tecnologías por el mero hecho de usarlas; sino de sacarles partido, de aprovechar las ventajas que nos ofrecen para hacer nuestras vidas mejores. Podrás ser el “experto namber uan” en Instagram, estar a la última en cuanto a plataformas colaborativas, seguir todos los hashtags del momento y enterarte de las noticias y sucesos más recientes; pero eso no te va a asegurar que estés haciendo un buen uso, saludable, de las tecnologías.

¿Cómo evitar o combatir los riesgos de la digitalización?

Entre los infinitos rasgos que caracterizan la sociedad informacional y las tecnologías digitales, hay ciertos aspectos principales que hay que tener en cuenta para tener una relación sana con dichas tecnologías y nuestro entorno:

Conectividad:

La hiperconectividad que los nuevos entornos y herramientas digitales nos proporcionan han posibilitado tener acceso a todo (información, personas, etc.) en cualquier momento e independientemente de la tarea o actividad que estemos realizando a la vez. A priori se trata de un gran pro. Sin embargo, también ha implicado la expansión de lo que coloquialmente se refiere como “quien mucho abarca poco aprieta”. No, por mucho que lo deseemos no podemos estar en más de un sitio a la vez. Cuando nos encontramos físicamente en un lugar al que queremos prestar atención (ya se trate de un entorno social, académico o laboral) y al mismo tiempo pretendemos estar mentalmente en otro (ya sea manteniendo una conversación o leyendo o visualizando algún contenido), al final lo que ocurre es que no estamos en ninguno y terminamos por alienarnos. Tenemos que aprender a focalizar nuestra atención en aquello que deseamos en ese momento y en dónde estamos (ya sea virtual o no) y, en el caso de desear estar en más de un lugar, aprender a gestionar nuestro tiempo y priorizar. Sólo de este modo tendremos tiempo de calidad con aquellas personas con las que deseamos estar, con los contenidos que deseamos interiorizar y con nosotros mismos.

Ritmos vitales:

Relacionado con el tiempo de calidad, tenemos que aprender a ser conscientes de nuestros ritmos vitales y los de los demás. Y no sólo ser conscientes, sino también respetarlos. Debemos encontrar tiempo para actividades digitales y no digitales, así como aprender a escuchar nuestras propias necesidades, comprender las de los demás y actuar en función de ellas, tratando de encontrar el equilibrio entre responsabilidades y necesidades: ocio, aprendizaje, trabajo, descanso (sí, el descanso también es una actividad e importante, no se trata de llenar tu agenda con clases y ejercicios), tareas, actividades de relación social, introspección, etc. Y ante todo, ser proactivos mientras llevemos a cabo lo que estemos haciendo.

Proactividad:

Debemos ser capaces de decidir, de crear, de ser partícipes activos de lo que estamos visualizando, lo que comentamos con amigos o de nuestro descanso. Debemos dejar de ser un receptor pasivo de imputs, los cuales nos sobrecargan de información que no podemos asimilar, nos aturde y nos quita tiempo para realizar otras actividades que sí van a ayudarnos a descargar energías, a relajarnos, a sentirnos partícipes de algo. Sólo de este modo, podremos deshacernos de ansiedades, de la sensación de haber perdido el tiempo, sentimientos de vacío y sobretodo, bajarnos del tren frenético que pueden terminar siendo la sobreinformación e hiperconectividad.

Inmediatez:

Por último, y no menos importante, otro de los aspectos al que considero primordial prestar atención es el carácter de inmediatez que tiene el entorno digital e informacional en el que estamos. Ya no sólo los medios de comunicación compiten y persiguen la rapidez a la hora de dar información y recibirla. También en el terreno personal, las ansias por del “¡ya!” imperan más nuestro día a día. Y eso, a menudo, conlleva agobios, ansias y frustraciones cuando no recibes u obtienes lo que deseabas en el momento exacto; incluso aunque más tarde lo obtengas, puesto que, parece ser, ya no nos sirve. Debemos ser conscientes de que las demás personas tienen otras funciones y actividades a realizar y no pueden ni deben estar pendientes en todo momento de lo que les mandemos por medio digital; que hay cosas, actividades,  trabajos o “pequeñas consultas” que requieren tiempo para ser resueltas. Tenemos que ser conscientes de que no podemos disponer del tiempo de los demás, que cada cuál tiene el suyo y debemos respetarlo (y esto incluye desde exigir respuestas inmediatas, hasta avisar a última hora de cambios), apartando exigencias o ansias silenciosas; puesto que deterioran nuestras relaciones y a nosotros mismos.

En definitiva, las tecnologías digitales de la información y la comunicación son una herramienta fabulosa que nos han aportado – y siguen haciéndolo – mejoras y facilidades en nuestro día a día. Sin embargo, su carácter “servicial” y el modo en el que nos proporciona contenidos, filtrando y “decidiendo” incluso nuestras preferencias, así como el “desenfreno” de ponerlo todo a nuestro alcance (incluso personas) con independencia del momento y el lugar, puede terminar anulando nuestra proactividad y erosionando nuestra salud sobrecargándonos de estímulos y actividades. No hay que olvidar que como seres pensantes y activos tenemos necesidades tanto de descanso como de participación activa en nuestras propias vidas.

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One Interaction on “Está claro: sabes usar las tecnologías digitales. Pero, ¿y convivir con ellas?

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